Esta entrada hace tiempo que la tengo pendiente.
Ahora hace poco más de un año que Ramón nos dejó. Y cómo pasa con los seres queridos, su impronta siempre nos acompaña. Él fue feliz con las máquinas: pensándolas, diseñándolas y haciéndolas. El acero era uno de sus materiales, y la mecánica su gran mundo.
Para él era fácil descifrar cómo funcionaba cualquier mecanismo. Con lo que tenía al alcance y un poco de su ingenio, podía hacer que unas cuantas piezas sueltas se transformaran en un objeto con vida propia.
En su trayectoria profesional desarrolló maquinaria pesada, diseñando cada una de las partes. De esta época son estas matrices para moldes industriales. Cuando estaban en la fábrica, eran una parte más de aquel universo, pero una vez se las sacan de su lugar, adquieren alma propia. Son unas formas con mucha plasticidad y personalidad. Si te acercas a ellas, todavía se puede recordar el olor del taller de Ramón, mi padre.
Estas piezas quedan bien de cualquier manera, amontonadas, sueltas, haciendo figuras… Y así las hemos aprovechado para montar el escaparate de Intramurs, toda una corriente de energía que nos ha movido estas últimas semanas el barrio.
Hay gente que cuando las ve pregunta qué son, de dónde vienen. Otra que sonríe y otra que las ignora. Ahora ya sabéis que estas piezas forman parte de una historia y que todo el mundo, tenemos una.
Empar Dolz